miércoles, 29 de abril de 2015

“El rey de la soya” argentino apuesta por la alta tecnología

"El rey de la soya” argentino porta su corona renuentemente.
Gustavo Grobocopatel se estremece ante la mención de su apodo, descartándolo como el simple resultado de que la gente tiende a "ponerle una cara” a una historia, en este caso, el increíble rebote de Argentina desde su colapso económico en 2001, impulsado por su pujante industria de la soya.
"Yo no soy el único que estaba haciendo lo que yo estaba haciendo; no inventé nada. Considero que la posición que ocupo es injusta”, declaró uno de los líderes empresariales más influyentes de Argentina y uno de los pioneros de la industria de la soya, la cual tomó auge en la década de 1990 para convertirse en la tercera mayor exportadora de este grano en el mundo después de Brasil y EEUU, y la principal exportadora de aceite de soya.
En realidad, Grobocopatel está lejos de pertenecer a la realeza. El jovial y corpulento hombre de 53 años de edad, quien además trabaja como cantante de un trío de música folklórica, se reúne con el representante del Financial Times en Puerto Madero, el barrio de moda de Buenos Aires, vistiendo una camisa de manga corta metida dentro de sus shorts.
A pesar de su éxito, las innovadoras prácticas administrativas de Grobocopatel son objeto de estudio por parte de escuelas de administración empresarial, incluyendo la de Harvard. Él permanece centrado. Recuerda que sus propios estudios académicos no eran nada prometedores: "Cuando me gradué como ingeniero agrícola, me dijeron que no tenía futuro, pero resultó ser una bendición”.


Nuevas técnicas
De hecho, Grobocopatel fue capaz de aplicar sus conocimientos a Los Grobo, la empresa familiar que su padre Adolfo fundó en 1984, el mismo año en que se graduó. El joven Gustavo sugirió sembrar soya y se dedicó a la modernización de la empresa. Al poco tiempo la empresa ya se contaba entre las primeras de Argentina en adoptar las técnicas más avanzadas –como la agricultura de labranza cero y las semillas transgénicas– y por lo tanto en revolucionar la productividad.
En un período de tres décadas, él había transformado una empresa familiar pequeña, con apenas mil hectáreas de tierras agrícolas, en una operación internacional que continúa siendo propiedad privada, con cultivo de hasta 350 mil hectáreas e ingresos de más de mil millones de dólares. Esta empresa se convirtió en uno de los mayores productores de granos de Latinoamérica, incluyendo también trigo y maíz.
Últimamente, sin embargo, el "rey de la soya” ha sido acusado de abdicar su trono.
Los Grobo ha recortado gradualmente su producción de granos, después de llevar a cabo una salida "táctica, no estratégica” de Brasil, y hoy día cultiva 50.000 hectáreas en Argentina, en contraste con las 120 mil hectáreas de hace tres años. Esto se debe en parte a que las ganancias de los agricultores argentinos han sido aniquiladas por los impuestos y restricciones comerciales implementadas por el gobierno de la presidenta Cristina Fernández, así como por una inflación galopante, a la vez que los precios de las materias primas se han desplomado.
Pero se espera que una administración más favorable al mercado asuma el poder después de las elecciones presidenciales de octubre y Grobocopatel ahuyenta los temores del fin del auge de los productos básicos.

Tan optimista como siempre acerca de las perspectivas para el poderoso y avanzado sector agrícola argentino, Grobocopatel sencillamente declaró que se está preparando para el futuro. Argumentando que la tecnología será cada vez más esencial para la agricultura, él explicó que Los Grobo está cambiando su enfoque del cultivo de soya a la prestación de servicios, especialmente los de biotecnología y siembra de precisión.
Grobocopatel está convencido de que el vibrante y empresarial sector agrícola argentino está perfectamente posicionado para estar a la vanguardia de una "nueva revolución industrial verde”, debido a la convergencia de la evolución de la impresión 3D, la nanotecnología, la robótica, las comunicaciones y la vida artificial. Las potencias agrícolas más tradicionales como EEUU están demasiado protegidas y son demasiado inflexibles, apuntó, mientras que los agricultores europeos están "tan subvencionados que son casi como jardineros; no importa si producen más o menos”.
Más plantas
En la visión de Grobocopatel sobre el futuro agrícola, él está convencido de que vamos a tener que pensar en las plantas como fábricas, las cuales pueden producir energía, bioplásticos, enzimas y hasta incluso moléculas.
"Una planta es una fábrica sin chimenea, que no emite dióxido de carbono, sino que lo consume”, expresó con entusiasmo. "Se trata de una fábrica que utiliza la luz del sol, o energía renovable; es una fábrica que está en el campo, revirtiendo la migración a las ciudades de vuelta al campo; es una fábrica limpia que resuelve los problemas de la seguridad alimentaria, el medio ambiente, la geopolítica y la pobreza rural”.
Con esto en mente, Grobocopatel está preparando el lanzamiento de un proyecto de siembra de precisión llamado Frontec, una empresa conjunta con una compañía de satélites de propiedad del Estado. Mediante el uso de imágenes de satélite para determinar la calidad y el rendimiento del suelo, él confía en que puede ayudar a los agricultores a incrementar su beneficio operativo en un 30% mediante la optimización de la densidad de semillas plantadas y de la cantidad de fertilizante utilizado.
Diversificación
La diversificación de Los Grobo ha sido posible gracias a su modelo de negocio flexible, al alquiler de gran parte de la tierra que cultivan, y a la subcontratación de mano de obra y maquinaria.
Aunque las tierras agrícolas en Latinoamérica han representado una de las inversiones de fondos de cobertura y de capital privado más populares en los últimos años, el señor Grobocopatel declaró que esta estrategia ha ayudado a su compañía a adaptarse a los diversos riesgos que enfrenta, desde el clima hasta la política y los precios.
Y a largo plazo, él cree que la pericia tecnológica en la que está invirtiendo va a valer más que la tierra de todos modos.
"La diferencia entre ricos y pobres no va a estar determinada por el capital, sino por el conocimiento”, aseguró. "Cuanto más cerca esté de la revolución y el conocimiento tecnológicos, mayor será su capacidad de capturar valor”.

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